martes, septiembre 09, 2003

El Anticristo

La compasión está en contradicción con las emociones tónicas que elevan la energía del sentimiento vital; influye de manera deprimente. La fuerza se pierde cuando se compadece. Con la compasión se crece y multiplica la pérdida de fuerza que el dolor supone aporta en la vida. La compasión hace que el dolor se torne contagioso y, en ciertos casos, produce una pérdida total de vitalidad y de energía, pérdida absurda cuando se compara con la pequeñez de la causa.

La misericordia dificulta en gran medida la ley de la evolución, como es la selección natural. Conserva lo que está pronto a desaparecer, interviene en favor de los desheredados y de los sentenciados de la vida. Por el número y la variedad de las cosas fracasadas que ella retiene en vida, da a la vida misma un aspecto sombrío y sospechoso. A pesar de que ha osado catalogarla en el orden de las virtudes, la misericordia, en la moral aristocrática, se interpreta como una debilidad. Se ha ido más allá, se ha hecho de ella la virtud por excelencia, el terreno y el origen de todas las virtudes; pero no olvidar que esto fue hecho desde el punto de vista, de una filosofía nihilista, que llevaba escrita en su escudo la negación de la vida. Schopenhauer tenían razón cuando decía: " La vida es negada por la compasión; la compasión hace a la vida más digna de lo que es de ser negada; la compasión es la práctica del nihilismo".

Este instinito depresivo y contagioso se contrapone con aquellos instintos que tienden directamente a conservar y aumentar el valor de la vida, y directamente a conservar y aumentar el valor de la vida, y tanto en calidad de multiplicador y conservador de todas las miserias, es un instrumento para la aparición de la decadencia.

Aristóteles consideraba la compasión como un estado de peligrosísima morbosidad, que convenía expulsar de tiempo en tiempo por medio de una purgante: la tragedia era, a ajuicio propio, ese purgante.

Para proteger el instinto de la vida, convendría buscar el medio de dar un golpe certero a una acumulación de compasión tan morbosa y expuesta como la que representa el caso de Schopenhauer ( y también por desgracia, el de nuestra decadencia literaria y artistica de San Petersburgo a París, desde Tolstoi a Wagner), para hacerla estallar. Nada hay tan malsano en nuestro malsano modernismo, como la misericordia. Ser médicos aquí, ser implacables en el manejo del bisturí, forma parte de nosotros mismos; de esa manera amamos a la humanidad; por eso somos filósofos nostros los hiperbóreos...


F. N.

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